Susana amaba los pequeños detalles
de la vida. Era una mujer idealista, humilde, de alma compasiva. Creía en las
personas, en lo que aman. Disfrutaba recitando los poemas de Susana March…
Desde la muerte de su hija, causada
por los fanatismos ideológicos y la intolerancia del ser humano, vive
confundida, vive en el sufrimiento de la desesperación, vive en la soledad de
los recuerdos. Vive sin vivir.
"Me acostumbré a ser dañada y poseída,
a renunciar y a equivocarme.
Me acostumbré a ser una mujer indiferente y discreta,
que apenas permite que le suban a los labios
los tumultos del corazón."
(Suana March)
"... Hasta aquel día, creía en los milagros. A partir de entonces, deje de creer en Dios. Mi hija se debatía entre la vida y la muerte. ¿Qué culpa tenía la pequeña Margarita? Ella no conocía de políticas ni de libertades robadas ni de naciones perdidas ni asesinos ni terroristas. ¿Qué culpa tenía Margarita? Nunca recibí respuesta ni del cura ni del psicólogo. No recibí respuesta porque no existe. Solo existe el absurdo, porque el ser humano vive de lo absurdo..."